Fiesta del Niño Alcalde o Tinkunaco es una tradición de mas de 400 años en La Rioja Argentina. La devoción al Niño Jesús, de indudable origen franciscano, alcanzó gran popularidad desde los comienzos de la conquista de América. Obviamente la figura del Niño se realza en Navidad y a partir de ahí comienzan a conformarse algunos rituales. El más importante por su trascendencia es el del Niño Alcalde que se realiza entre el 31 de diciembre y el 3 de enero en La Rioja en el Norte de la Argentina.
La Fiesta del Niño Alcalde o Tinkunaco se celebra principalmente en la capital provincial. Sin embargo, otras localidades del interior de la provincia también la realizan. Por su parte en El Salado, provincia de Catamarca y vecina de La Rioja, también se efectúa un festejo.
Esta festividad del Tinkunaco relaciona el pasado hispánico con el de los pueblos originarios. Las prácticas incaicas con el catolicismo, un verdadero sincretismo. Esta expresión, podríamos decir, es una inteligente muestra de supervivencia de tradiciones ancestrales bajo la representación del culto católico.

Fiesta del Niño Alcalde, orígenes
El Norte Argentino fue la región más densamente poblada de ese país en época prehispánica. Allí se generó una maravillosa amalgama de culturas. Recordemos que el Inca no era conquistador sino anexador. Esto quiere decir que confluían y potenciaban su cultura con la de los pueblos que anexaban a su imperio. Podríamos decir, sin equivocarnos, que el Norte Argentino es, en ese país, la capital nacional de la arqueología, ya que esa región fue el lugar de diversas culturas sedentarias basadas en el cultivo de la tierra, la domesticación de camélidos, la producción de elementos de cerámica y metalurgia. Todo fluía, como dijimos, en el marco de intercambios regionales entre los valles y quebradas de la región.
Lo que fue el apogeo de la zona significó también el padecer las atrocidades de algunos conquistadores. Los nativos comenzaron a ser sometidos, a separarse familias, que se distribuían en las llamadas encomiendas. En esos lugares, un delegado de la corona, sometía a los integrantes de los pueblos originarios a un trabajo obligatorio a favor de la nueva aristocracia. Durante años se produjeron grandes sublevaciones, la más notable fue la de los pueblos calchaquíes en el siglo XVII.
Nace La Rioja
En 1591 Juan Ramírez de Velasco funda, al sur del Tucumán, una ciudad bajo el nombre de Ciudad de Todos los Santos de la Nueva Rioja. Su objetivo era asegurar el dominio de una amplia región de poblaciones aborígenes. Al realizar la traza de la ciudad reservó, como era costumbre, los espacios para las cuatro órdenes religiosas: mercedarios, franciscanos, dominicos y jesuitas. Y un terreno frente a la plaza mayor destinado a la construcción de la Iglesia Matriz que estaba bajo la advocación de San Pedro Mártir. Aún hoy se conservan, como testimonio de aquel tiempo, esos solares. El de los jesuitas es la excepción producto de la expulsión la Compañía de Jesús en 1767. El templo pasó a ser la Casa de La Moneda y actualmente es el Colegio Joaquín V. González.
El acontecimiento

En la pascua de 1593, cerca de 30 mil nativos cansados del maltrato de los encomenderos se sublevaron contra sus jefes. La tradición le cede aquí el protagonismo a San Francisco Solano, el franciscano español patrono del folklore argentino, fue a hablar con los diaguitas sublevados. Dicen que solo lo hizo munido de su violín. Comenzó a conversar con ellos para entender el motivo del enojo. Los nativos le explicaron que estaban cansados del maltrato de los alcaldes. De ese momento histórico existente sólo el relato de Manuel Núñez de Almeida, escribiente de la colonia, quien escribe que “gracias las palabras de Francisco Solano se logró sellar un pacto de paz que culminó con el bautismo de nueve mil indígenas”.
Posteriormente los Jesuitas tuvieron la idea de acopiar ese sentir popular. Lo codificaron en una ceremonia religiosa que comienza a las 12:00 del 31 de diciembre, porque era el día en que los conquistadores renovaban sus autoridades. Los Jesuitas tenían esa forma de llegar a los pueblos originarios. Tomaban símbolos de la cultura originaria y la transformaban a símbolos de ritual católico.
Fueron los Jesuitas quienes propusieron una imagen de un Niño Jesús, de aproximadamente ocho años, vestido como alcalde español, pero con ciertos atributos andinos para traducir a los nativos la autoridad de Cristo, y dieron origen a la celebración religiosa en la que conviven rituales hispánicos e indígenas.
Hebe Estrabou, de su obra “Tinkunaco: una historia en busca de su origen”
Desde la antigüedad el nombre con el que se conoce a esta festividad es Tinkunaco, vocablo quechua que significa “encuentro”. Pero fue el Beato Enrique Angelelli, durante su obispado en el siglo pasado que le pone esa denominación.
La fiesta del Niño Alcalde o Tinkunako

Hasta principios del siglo XX la iglesia no participaba de esta fiesta e incluso intentó eliminar en más de una oportunidad, pero las manifestaciones del pueblo lo evitaron. Siguiendo el viejo dicho de “si no puedes con ellos, úneteles” a principios de 1900 el clero decidió ser parte de esa fiesta popular imposible de prohibir pero a la que bautizó como La Fiesta del Niño Alcalde.
Los grupos en la fiesta del Niño Alcalde (Tinkunaco)
Los participantes de esta ceremonia se dividen en dos grupos: los Aillys. Esta cofradía representa a los diaguitas, la integran devotos y promesantes del Niño Alcalde. Su nombre es una expresión andina, deriva del Cacán, qué significa hombres buenos que acompañan al Inca. El otro grupo se lo denomina Alféreces que representan a los conquistadores, la integran los devotos y promesantes de San Nicolás de Bari. Por otro lado Alfer significa hombre a caballo, representa al conquistador del suelo americano.

Cada grupo forma una procesión. El primero lleva al Niño Jesús, que ese día es el Alcalde del Mundo, y el segundo a San Nicolás de Bari. Al mediodía del 31 de diciembre se encuentran ambas procesiones que habían partido de distintos lugares, y mientras San Nicolás rinde reverencias al Alcalde del Mundo (o sea, los alcaldes rinden pleitesía al Inca), los Aillys entonan la canción del Año Nuevo Pacari, que en su primera parte dice:
Año Nuevo Pacari, Niño Jesús Canchari, Inti-tapas llallirpa, Coyllur llallir llallircha, Belay quita quichari, canchar palunsirquir coriante su campi Coronay quiblirpipia Mamay Virgen Santísima
Epílogo
Después el Niño Alcalde entra en la Catedral, donde permanece tres días. Por la tarde del 31 de diciembre se lo visita, por la noche es su velorio, y a las doce de la noche, cuando despunta el 1 de enero, se produce el estallido de estruendos, bombas y petardos celebrando el nacimiento del nuevo año. El 3 de enero, frente a la Casa de Gobierno, San Nicolás despide al Niño Alcalde que retorna al Convento de San Francisco. Y a la Catedral vuelve la imagen de San Nicolás que había sido sustituida por el Niño Alcalde.
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