La historia mundial del turismo religioso nos lleva al Tíbet, con más exactitud a la aldea de Cizhong, con una población estimada en unos 1200 habitantes, donde se erige un hermoso templo católico de unos 100 años de antigüedad. Inaugurado en 1921 y proyectado por misioneros franceses, asombra a los visitantes por encontrarse con esta reliquia arquitectónica de estilo gótico francés. También con una gran influencia en sus decorados por el arte y la cultura china.
Lo singular es encontrar esta Iglesia en un lugar donde, obviamente, no prevalece la religión católica. Cizhong está en el corazón del Tíbet, una región dominada principalmente por el budismo.
Otro de los atractivos para quien llega allí haciendo turismo religioso es conocer una de las ocho montañas sagradas del budismo. También se encuentra una de la más preciada por lo tibetanos, la montaña sagrada de Minling, considerada como parte de la puerta del Yunnan hacia el Tíbet.
Xiao Jieyi, un sacerdote en el Tíbet

La distribución étnica de la aldea de Cizhong se compone de pueblos originarios como los Han, Lisu y Naxi, y obviamente tibetanos. Según el testimonio de los ancianos del lugar, aproximadamente 600 habitantes de la aldea profesan la religión católica de manera extremadamente devota.
Nacido en 1929 bajo el nombre cristiano de François, Xiao Jieyi, activo impulsor del cristianismo, asegura que para los europeos el Tíbet es un lugar sagrado. Esto hace que los misioneros católicos se sienten atraídos con la esperanza de predicar el Evangelio. A pesar de que las actividades misioneras no lograron desplegarse en el Tíbet, echaron raíz en Yunnan, la provincia contigua.
En general, el mundo contemporáneo ha tenido y tiene una predisposición muy especial y un atractivo muy particular por el Tíbet. Quizá por eso llego a esas tierras propia del budismo, el monje francés Jean Baptiste Victor Ouvrard, con el fin de predicar el evangelio en el idioma de los lugareños.
Para ello necesitó el apoyo de un tibetano y es así como la figura de Xian Guoen, líder del lugar, fue de enorme importancia para cumplir con ese cometido, máxime que podía comunicarse en latín, tibetano y francés, luego de un aprendizaje mutuo.
Además, este colaborador tibetano resultó ser muy inquieto y emprendedor. Además tenía una gran virtud, una gran ascendencia sobre la comunidad por lo que logró que la familia Tusi, un grupo étnico de origen feudal, donará los terrenos para la construcción de tan bello templo, hoy visitado por miles de turistas de todo el mundo.
El espacio católico gana espacio en el Tíbet
A partir de ese momento el espacio católico fue ganando posiciones en la aldea mediante la construcción de escuelas, trayendo variedades medicinales de Occidente para el cuidado de la salud, sumándose, además, libros y otros materiales de difusión.
Aunque no fue fácil la evangelización por la propia mentalidad de quienes habitaban el lugar, pero el tiempo y el espacio dio sus frutos. Otro punto es que todo debió ser traducido al idioma tibetano, y, por ende, los predicadores familiarizarse con esa lengua.
En forma paralela, y por iniciativa de los religiosos, el valle se vio enriquecido con plantaciones de viñedos dando un marco de belleza natural. Esto se logró merced al aporte de los misioneros franceses que introdujeron semillas de uvas de la especie Rose Hoyen de primera calidad. Variedad especial para el crecimiento en el clima del lugar, aunque en la actualidad, en la propia Francia, ha desaparecido este tipo de viñedos de la clase antes mencionada.
La producción vitivinícola está en auge en esa aldea, y la mayoría de sus habitantes se dedican al cuidado de sus viñedos para obtener vinos y uvas de excelente calidad. Material que no solo usan para su propio consumo, sino para la oferta turística, demandante de estos productos.
El fin de un ciclo
La inestabilidad política de ese país llevó a la expulsión de misioneros y al cierre esporádico del templo. Esto no amilano a quienes decidieron continuar la presencia católica en el lugar manteniendo el templo en condiciones. Ellos no olvidaron el esfuerzo incansable de los misioneros franceses quienes enseñaron a los lugareños el francés y el latín. Además de compilar en idioma tibetano y lengua hisu tanto escrituras, libros de canto, como himnos populares, y que aún hoy son patrimonio de los fieles.
Asimismo, estos misioneros tuvieron como objetivo primordial, además de ocuparse la educación religiosa y social de la comunidad, extender su sacrificio en la construcción de caminos para conectar a Cizhong con otras aldeas. Como así también cuanta tarea fuera necesario para el bien de la pequeña comunidad tibetana como la inauguración de escuelas erigidas por sus propias manos.
Xiao Jieyi, hijo del precursor de esta transformación y del asentamiento de los misioneros católicos, continua su labor sin destajo. Él es quien se ocupa que la fe se mantenga, y quien está en el más mínimo detalle como la conservación, del templo, su apertura. También coordina el oficio religioso a cargo de sacerdotes provenientes de otras aldeas, porque no ha quedado en Cizhong un religioso estable para atender a la feligresía.
Quienes profesan la religión católica en el Tibet, y obviamente asisten al oficio religioso, muchas veces son asistidos por sacerdotes procedentes de la localidad llamada Dali. Y fundamentalmente en las festividades religiosas más emblemáticas como la Navidad.
Esta asistencia es notoria lo cual complace a los tibetanos como a los turistas porque se visten con las vestimentas tradicionales del lugar, y no deja de ser un gran atractivo la feria de artesanías con las características propias de la cultura tibetana.
Santa Misa en el Tíbet
La Santa Misa en tibetano se mantiene porque así los monjes franceses los dispusieron y ellos mismos utilizaban ese idioma en la ceremonia. Se celebra únicamente los lunes, miércoles, y viernes por la noche, y el domingo a las 9:00. Este día es la que más católicos tibetanos congrega a los, como ocurre en el mundo entero, para quienes profesan esa religión.
Ya ha pasado el tiempo en que los bautismo debían hacerse en forma clandestina porque no era autorizados por las autoridades gubernamentales, ocasionando persecuciones violentas. Hoy conviven el budismo, y el rito Naxi Dongba, porque todas estas creencias tienen la misión común de incentivar a la gente a ser buena.
“Tenemos libertad de creencia religiosa de acuerdo con la ley actual, pero, al mismo tiempo, los padres no pueden obligar a sus hijos a seguir ninguna religión en particular” expresa Xiao Jieyi, el protector de toda esta comunidad desconocida para muchos.
En 2006, el templo y varios otros atractivos fueron declarados sitio histórico y cultural con la protección del gobierno nacional. Desde entonces llegan visitantes de todo el mundo, y ese ha motivado a la creación de emprendimientos dentro del segmento del alojamiento y la restauración.
Un ejemplo en el Tíbet de creatividad e innovación basado en un atractivo de tipo religioso, en una sociedad donde prima la cordialidad y la empatía, factores esenciales dentro del diseño de un producto turístico.